James Watson, el biólogo estadounidense reconocido por sus contribuciones fundamentales al descubrimiento de la estructura del ADN, falleció el jueves a los 97 años. La noticia fue confirmada por su hijo Duncan. Watson, junto con su colega Francis Crick, anunció en 1953 que el ADN tiene una estructura de doble hélice, un hallazgo que transformó el campo de la biología y que Watson describió como “el secreto de la vida”.
Nacido en Chicago, Watson presentó su estudio revolucionario a la edad de 25 años. Su descubrimiento fue posible gracias a la cristalografía de rayos X, basada en imágenes obtenidas por la científica Rosalind Franklin y por Maurice Wilkins en el King’s College de Londres. En 1962, Watson, Crick y Wilkins fueron galardonados con el Premio Nobel de Medicina, mientras que Franklin no fue reconocida en vida y su contribución fue ignorada durante décadas.
En 1988, Watson fue elegido por Estados Unidos para liderar el Proyecto del Genoma Humano. Sin embargo, en 2007, su carrera sufrió un fuerte revés tras una polémica entrevista en el semanario británico The Sunday Times, donde expresó opiniones racistas sobre el futuro de los ciudadanos africanos, sugiriendo que la inteligencia estaba determinada por la genética. Sus declaraciones causaron una indignación global, lo que llevó a su renuncia como rector del laboratorio Cold Spring Harbor y lo estigmatizó en la comunidad científica.
Watson se vio obligado a disculparse, aunque pasó a ser rechazado por muchos. En 2014, vendió su medalla de oro del Nobel por casi cinco millones de dólares a Alisher Usmánov, un oligarca ruso. En 2019, apareció en el documental Decoding Watson, donde reiteró sus puntos de vista sobre diferencias genéticas en la inteligencia entre razas, lo que llevó a una respuesta crítica por parte de la Sociedad de Genética Humana de EE UU, que condenó la utilización de conceptos genéticos distorsionados para reforzar afirmaciones racistas.
El documental, dirigido por Mark Mannucci, fue una oportunidad para que Watson revisara sus posturas, pero en su lugar reafirmó sus creencias, afirmando que no había visto evidencia que contradijera sus opiniones. Francis Collins, director de los Institutos Nacionales de la Salud de EE UU y colega de Watson, también criticó sus declaraciones, enfatizando que las condiciones sociales, en lugar de las diferencias genéticas, son más determinantes para los resultados en inteligencia.
La famosa Fotografía 51, tomada en el laboratorio de Rosalind Franklin, fue crucial para el descubrimiento de la estructura del ADN. Mientras algunos defendían el papel principal de Franklin en el hallazgo, Watson hizo comentarios despectivos sobre ella hasta mucho después de su muerte. En su libro de 1968, La doble hélice, entre otras concesiones, se centró en su apariencia física de manera inapropiada.
Expertos como Nathaniel Comfort y Matthew Cobb han argumentado que la narrativa de Watson ignora la competencia profesional y la capacidad de Franklin como cristalógrafa. En 2018, el genetista Eric Lander también se retractó de sus palabras de admiración hacia Watson, denunciando sus opiniones como “abominables” y formulando una disculpa pública por sus elogios.
La trayectoria de James Watson es un ejemplo de cómo las contribuciones científicas pueden coexistir con posturas controvertidas, y su legado será recordado no solo por sus logros en la biología, sino también por las profundas implicaciones sociales de sus declaraciones.