La JAE y la Represión Franquista: Un Análisis de la Historia Olvidada
Uno de los máximos símbolos del franquismo se encuentra en la calle Serrano, número 125, en Madrid. En este lugar se erigía el Auditórium de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), un emblemático centro cultural que acogió a figuras renombradas como la física Marie Curie y el poeta Federico García Lorca. Tras la victoria en la Guerra Civil en 1939, Francisco Franco disolvió la JAE y estableció el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) con el objetivo de imponer un control ideológico sobre la cultura científica en España.
El nuevo organismo debía “imponer al orden de la cultura las ideas esenciales que han inspirado nuestro Glorioso Movimiento”, refiriéndose a la dictadura. En el lugar donde se encontraba el auditorio, se construyó posteriormente la Iglesia del Espíritu Santo, ahora gestionada por el Opus Dei. Recientes investigaciones han revelado la magnitud de la represión ejercida contra los miembros de la JAE, que afectó a al menos 498 personas, incluidos destacados científicos y académicos.
Un Revisión Histórica Necesaria
La historiadora Ana Romero de Pablos, coautora de un estudio titulado «Ciencia, Depuración y Memoria», destaca que el CSIC tenía pendiente una revisión de su historia, especialmente en lo relacionado con su origen franquista. En 2000, el entonces presidente del CSIC, César Nombela, firmó un convenio con el Arzobispado de Madrid para ceder gratuitamente el uso de la Iglesia del Espíritu Santo por 69 años, provocando controversia respecto a la propiedad del edificio.
Desde su nombramiento en 2022, la actual presidenta del CSIC, Eloísa del Pino, ha impulsado un proceso de depuración de elementos vinculados al franquismo, cumpliendo así con la Ley de Memoria Democrática. En abril de 2023, ordenó la retirada del retrato de José Ibáñez Martín, el primer presidente del CSIC, por su participación en acciones represivas durante su mandato de casi tres décadas.
Las Consecuencias de la Depuración
La investigación busca dar visibilidad a los depurados de la JAE, incluso a aquellos en roles menos destacados como «bedeles y mujeres de la limpieza». A través de sus hallazgos, se evidencia que, a pesar de décadas de democracia, las huellas del franquismo persisten en el CSIC. La JAE fue establecida en 1907 con el propósito de promover el avance científico en España y fue un pilar fundamental del florecimiento cultural conocido como la Edad de Plata.
Las investigadoras, incluyendo a Romero de Pablos, Irene Mendoza y María Jesús Santesmases, han documentado casos concretos de represaliados, como el médico Juan Miguel Herrera Bollo y la química Carmen Herrero Ayllón, ambas víctimas de procesos de depuración que afectaron gravemente sus carreras.
El Mecanismo de Represión Franquista
Romero de Pablos señala que el sistema de depuración se caracterizó por su arbitrariedad y revanchismo personal. El régimen buscaba eliminar a cualquier persona asociada con la República o con ideas liberales y socialistas. Carmen Herrero Ayllón, por ejemplo, fue objeto de un proceso kafkiano de depuración que la condujo a una vida profesional marcada por la docencia en lugar de la investigación.
El Instituto Nacional de Física y Química, donde trabajó Herrero Ayllón, fue rebautizado como Instituto Rocasolano, en honor a un represor, cuyo nombre fue eliminado en 2023 por la presidenta del CSIC, que lo renombró como Instituto de Química-Física Blas Cabrera.
Un Legado de Silencio y Olvido
La depuración no solo afectó a científicos reconocidos, sino que también resultó en un exilio interior para muchos, como el psiquiatra José Miguel Sacristán, quien se vio obligado a ejercer en la clandestinidad tras su exclusión del ámbito público. Esta historia de represión y censura ha dejado cicatrices profundas en la estructura científica y educativa de España, que se han sentido hasta la década de 1970.
Las conclusiones del estudio enfatizan que la represión franquista fue una política continua, destinada a moldear un nuevo Estado y despojar de su legado a aquellos alineados con la República. Este histórico ejercicio de damnatio memoriae sigue alimentando el debate sobre la herencia cultural y científica de la España contemporánea.