La relación entre el Estado y las organizaciones criminales en México ha pasado por tres etapas definidas, cada una marcando un cambio significativo en la dinámica entre el crimen y las autoridades.
Primera Etapa: Sujeción a la Autoridad
La primera etapa estuvo marcada por la sujeción de las organizaciones criminales a las autoridades, coincidiendo con el periodo del priismo clásico. Durante estos años, las organizaciones ilícitas operaban bajo la supervisión de distintos cuerpos de seguridad, como las policías judiciales y la Dirección Federal de Seguridad. Las autoridades asignaban zonas de operación a los delincuentes, quienes debían pagar cuotas por sus actividades. Este modelo de control reflejaba un entorno donde la corrupción y la complicidad eran parte del paisaje delictivo.
Segunda Etapa: Asociaciones delictivas
Con la llegada de los cárteles de la droga a finales de los años setenta y principios de los ochenta, se inició la segunda etapa. Ciudades como Guadalajara, Sinaloa, Tijuana y Ciudad Juárez se convirtieron en puntos clave para la operación de estos grupos. En lugar de un modelo de dominación, se establecieron asociaciones entre las organizaciones criminales y las autoridades. Estas alianzas facilitaron el tráfico de drogas, armas y personas, y permitieron a los delincuentes adquirir protección de diversos funcionarios, incluidos militares y policías. Este cambio marcó una complejidad en la red del crimen organizado, que requería de una cooperación activa y no solo de sumisión.
Tercera Etapa: La Dominación del Crimen
La tercera etapa, que se ha consolidado en el actual sexenio de López Obrador, representa un cambio radical: las organizaciones criminales no solo coexisten con el Estado, sino que lo dominan. Grupos delictivos han logrado ejercer control sobre diversas corporaciones y funcionarios en áreas como la seguridad, migración y aduanas. Esta dominación ha llegado a abarcar a funcionarios de alto rango, incluidos diputados y gobernadores, quienes a menudo son leales a los intereses criminales por razones que van desde el temor hasta la lealtad personal.
¿Hacia un Cambio de Gobierno?
Es crucial plantear si la actual fase desembocará en una más peligrosa, donde no solo haya dominación sobre funcionarios, sino un control absoluto del Gobierno por parte de organizaciones criminales. Este riesgo se ve potenciado por la posibilidad de que estas estructuras no solo busquen ganancias o control político, sino que ambicionen apoderarse del mando estatal para ejercer su hegemonía de manera institucional.
La inquietud sobre el futuro político de México no solo radica en la manipulación de las instituciones por parte de aquellos que no son demócratas, sino también en el creciente poder de las estructuras delictivas, que podrían transformarse en actores fundamentales en el manejo del Estado.