Cuatro años después de que Gabriel Boric asumiera la presidencia como representante de una nueva generación de la izquierda chilena, el contexto político del país ha cambiado drásticamente. En 2021, Chile salía de un estallido social que cuestionaba el modelo político y exigía una nueva Constitución, así como derechos en educación, salud y medio ambiente. Hoy, sin embargo, el foco del debate se ha desplazado hacia temas de seguridad y crecimiento económico, donde la migración se asocia con la delincuencia y el crimen organizado.
Durante el periodo electoral de 2021, Boric fue elegido en un contexto donde solo un tercio de los 155 convencionales que trabajaban en la nueva Constitución pertenecían a la derecha. Sin embargo, el rechazo a la propuesta de esa convención marcó un retroceso en las discusiones sobre el destino de la sociedad chilena. Este fenómeno se inscribe en una tendencia más amplia en Occidente, donde las propuestas progresistas han perdido relevancia y atractivo.
La historia política de Chile ha visto, desde principios del siglo XX, sólo a dos presidentes de derecha elegidos democráticamente: Jorge Alessandri (1958-1964) y Sebastián Piñera (2010-2014, 2018-2022). Ambos son empresarios y, en el caso de Piñera, se destaca su falta de apoyo a la dictadura de Pinochet, lo que contrasta con la mayoría de su sector. La Democracia Cristiana, que durante décadas fue el partido más grande del país, ha visto mermar su influencia en el actual escenario político, en donde la derecha ha mostrado un notable aumento en preferencias electorales.
Las recientes encuestas indican que los candidatos de derecha, incluido José Antonio Kast, están experimentando un crecimiento significativo en sus apoyos, superando a Jeannette Jara, candidata de la coalición de izquierda. Si bien algunos candidatos de derecha han condenado las violaciones a los derechos humanos de la dictadura, otros han manifestado intenciones de indultar a torturadores. Esta polarización ha llevado a una deshumanización en el discurso político, donde la lucha contra la delincuencia se entrelaza con discursos en contra de la migración, sin distinguir entre los distintos grupos de personas.
Aunque es importante observar con atención el desarrollo de estas elecciones, el clima está marcado por la competición entre candidaturas por mostrar medidas más drásticas contra la migración y el crimen. Así, la agenda ha pasado de discutir cómo mejorar la educación a enfocarse en la represión. No hay espacio para el diálogo sobre cultura o intelectualidad, y este vacío se hace sentir en el discurso político actual.
Las elecciones del domingo probablemente marcarán el cierre de un ciclo político en Chile. Con una falta de proyectos políticos aglutinantes y un electorado que mayoritariamente vota en contra de algo más que a favor de una opción, el miedo y la bronca se han convertido en los principales protagonistas de este proceso electoral. La desilusión en torno a las opciones disponibles es palpable, lo que refleja un contexto político convulso y lleno de incertidumbre.