Claudia Sheinbaum, presidenta de México, presenta su libro Diario de una transición histórica, una obra que busca documentar su camino político en un contexto de promoción constante. Aunque se describe como un diario, la falta de anécdotas y reflexiones en primera persona resulta evidente. Su trabajo, publicado por Planeta, invita a la curiosidad sobre su trayectoria y su vínculo con Andrés Manuel López Obrador.
A lo largo de la última década, Sheinbaum ha experimentado un notable crecimiento político. La transformación de su figura, desde que fue invitada por López Obrador en 2000 a ser secretaria de medio ambiente, la ha llevado a convertirse en alcaldesa de Tlalpan y, posteriormente, en presidenta de México.
El libro se concibe como una crónica de los meses previos a su asunción, un periodo que estuvo marcado por la colaboración continua con el expresidente. Sin embargo, a pesar de la relevancia del tema, el contenido parece insuficiente, con gran parte dedicada a discursos y documentos ya conocidos. Esto podría ser útil para futuros historiadores, pero carece de profundidad reflexiva.
La autora documenta las giras que ambos realizaron, donde López Obrador estableció la agenda. Este enfoque limitó el potencial del libro, que podría haber explorado más sobre cómo su rol se ajustó a la narrativa de la transición. En cambio, se presenta un retrato en el que la figura de López Obrador prevalece, lo que genera una fuerte sensación de nostalgia.
En el texto, Sheinbaum se adhiere a la figura del exmandatario, lo que algunos podrían interpretar como una señal de lealtad, mientras que otros lo considerarían una falta de autonomía. La presidenta busca reafirmar su vínculo con el obradorismo, destacando elementos de su legado y prometiendo continuidad en el movimiento.
A lo largo del libro, se percibe una crítica clara hacia opositores y gobiernos anteriores, donde Sheinbaum menciona que las estrategias de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto se basaron en acciones extrajudiciales, una acusación seria que necesitaría respaldo probatorio. Estas declaraciones en el contexto de su papel actual como presidenta refuerzan la importancia política de la obra.
Además, la autora se adentra en temas de política pública y del legado cultural, utilizando un lenguaje que busca reflejar el optimismo del gobierno actual. Sheinbaum aborda la importancia de los vestigios arqueológicos y las raíces indígenas de México, buscando conectar las obras públicas con una identidad nacional.
A pesar de las limitaciones evidentes del libro, es vital su contribución como un intento de consolidar su posición en el obradorismo. Publicar una obra en un momento donde la figura de López Obrador es tan prominente presenta un desafío, pero también una oportunidad para que Sheinbaum se posicione como una voz relevante dentro del movimiento.
La relación entre ambos líderes se refleja en las descripciones de sus interacciones, aunque estas son escasas y superficiales. Comentarios sobre sentimientos de despedida por parte de López Obrador demuestran una cercanía emocional, pero también la presión de mantener una imagen de seguridad y control.
Publicado desde el corazón del régimen, el libro es un intento de Sheinbaum de establecer su propia narrativa en un entorno donde las palabras y acciones del fundador del movimiento siguen siendo influyentes. Permanece la cuestión sobre si Diario de una transición histórica será un fenómeno literario, un manual político o un simple eco de las mañaneras.
La relación entre su obra y la figura de López Obrador define el tono del texto y la manera en que se percibe su liderazgo, mientras México sigue en un camino de transformación política.